Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto
- Olga Serra
- 3 jul
- 3 Min. de lectura
"Redes sociales: ¿presencia continua para validar nuestro trabajo?"
He elegido como título de este artículo "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto", tomando prestado el nombre de la película dirigida por Agustín Díaz Yanes en 1995. Esta obra, reconocida por su intensa exploración de las vidas marcadas por el olvido y la invisibilidad, sirve como punto de partida para reflexionar sobre nuestra obsesión actual con la presencia constante en las redes sociales.
He de reconocer que siempre se me ha dado bien priorizar y organizarme. Acostumbrada a lidiar con trabajo y estudios simultáneamente desde muy joven, creo que fui capaz de desarrollar la habilidad de estructurar mis días con muy buenos resultados.
Pero también es cierto que, en ocasiones, surgen circunstancias que te obligan incluso a eliminar determinadas tareas o acciones, sin tiempo para matrices de Eisenhower, pero sí con un enfoque claro y decisiones rápidas. Entre lo cognitivo y lo emocional. A caballo entre el neocórtex (la parte del cerebro vinculada a la razón) y el sistema límbico (las emociones).
Ahora, pasados los días y como es costumbre en mí, es tiempo de reflexión. Es momento de observar cómo las circunstancias, por sí solas, empujan a nuestro cerebro a enfocarse en lo realmente importante.
Llevo concretamente 15 días sin presencia en redes: sin compartir posts, sin escribir artículos, sin publicar historias o comentarios... y ¿saben? No ha pasado absolutamente nada. La vida ha seguido con total normalidad. He continuado trabajando, aplicando mi "Eisenhower mental" para cumplir con todos mis proyectos sin perder ni el tiempo ni la salud. He podido dedicar tiempo a aspectos muy importantes de mi vida familiar. Todo bien, todo en orden.
Adoro las redes sociales. Me parecen apasionantes. Tienen un sinfín de posibilidades desde el punto de vista de la conexión, la interacción, la información (aunque no siempre sea correcta), en definitiva: la comunicación, y yo soy de comunicar. Me gusta compartir conocimientos y experiencias, me gusta saber de los demás, descubrir. ¿Me gustan las redes? Rotundamente sí.
Pero también me he dado cuenta de que ese típico mensaje que insiste en la necesidad de estar presentes y publicar cada cierto tiempo… no es del todo real. Escribir artículos no garantiza que los seguidores los lean. Preparar un post no asegura nada, a pesar del trabajo creativo que hay detrás. Lo de programar publicaciones hace años que está inventado, lo realmente laborioso es elaborar contenido.
Y en estos días me he dado cuenta de algo fundamental: no pasa absolutamente nada por no estar constantemente. No tiene relación directa con trabajar más o menos. De hecho, en muchas ocasiones, los trabajos más valiosos no se comparten en redes, las experiencias más apasionantes, en ocasiones no las puede reproducir una fotografía, un reel, un post…
Desde el punto de vista de la interacción social, también se obtiene información relevante: las personas que realmente quieren saber de ti, te buscan, preguntan, saben cómo encontrarte y cómo interesarse por ti. "Quien realmente quiere encontrarte, lo hará, estés o no en línea."
Es valioso compartir cuando surge ese impulso, ese pálpito que te motiva, especialmente cuando realmente merece la pena hacerlo. Las redes sociales fueron diseñadas para conectar, interactuar y comunicar; no para ser una carga o una obligación. La presión de sentir que, si no publicas, las personas olvidarán tu existencia o tu trabajo como profesional no es completamente cierta.
Aunque el contenido de la película que da título a este artículo no trata sobre esto, me pareció suficientemente significativo. Porque hacer y estar se pueden llevar a cabo de muchas maneras. Las redes deben ser solo un canal más.
Publicar puede ser un acto apasionante y creativo, pero desconectarse puntualmente también puede ser un acto de libertad."



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