Mirar el mundo con otros ojos: de la insatisfacción a la creatividad
- Olga Serra
- 24 abr
- 3 Min. de lectura
“La insatisfacción es la fuente de la creatividad”, decía Shimon Peres (1923-2016) político, escritor y Premio Nobel de la Paz. Como buena creativa, puedo decir que soy una eterna insatisfecha.
Quienes me rodean suelen describirme como una persona positiva, con energía y pasión en todo lo que emprendo, y es cierto, yo me mido con una especie de “energiómetro”, cuando finalizo una sesión si siento una especie de relax acompañado incluso de bostezos espontáneos, es que la que les escribe ha llevado a cabo una sesión similar a un entreno en el gimnasio “al fallo”, ( técnica de entrenamiento en la que realizas una serie de un ejercicio hasta que no puedes hacer ni una repetición más con buena forma, es decir, llevas el músculo al límite total de fatiga.) Al Fallo, pero con propósito.
Sin embargo, a pesar de las buenas vibraciones e incluso con todo ese impulso externo de devoluciones positivas, siempre estoy dándole vueltas a cómo hacer las cosas de forma diferente, cómo mejorarlas. La autocrítica es necesaria y no la observo en muchas ocasiones en individuos o grupos. En mi caso existe una Olga de laboratorio, que graba sus ideas en voz alta, tiene un grupo de WhatsApp consigo misma, se analiza y se critica a veces sin piedad…
Desde la Insatisfacción a la creatividad
No sé si este impulso constante de mejora continua nace de un exceso de autocrítica, de humildad, de una autoestima caprichosa…hoy está más arriba y mañana justo abajo, o quizás es una huella generacional. Puede que tenga que ver con formar parte de la generación X, ese grupo nacido entre 1965 y 1980, acostumbrado a adaptarse, a reinventarse una y otra vez. Ese grupo al que algunos osados nos llaman: “gente mayor.”
Luís Bassat, en su libro sobre creatividad, que he releído en estos días, afirma: “La inteligencia es lo que ha distinguido al ser humano del resto de los seres vivos. Y su creatividad, surgida por el instinto de supervivencia, lo que cambió el rumbo de la historia.”
De la autocrítica a la acción creativa
Y aquí estoy yo, desde la modestia, intentando cambiar el rumbo de una parte de la historia, queriendo aportar a un mundo mejor a través de la comunicación en todas sus formas, la formación y la conducción grupal. Intentándolo cada día de mi vida a través de mi interacción con el alumnado de diversas universidades con las que colaboro, o intentando sumar valor en cada formación y asesoría que realizo en el ámbito empresarial.
A veces les digo a mis alumnos: “Mi responsabilidad, por supuesto, es que aprendáis cosas nuevas… pero también que salgáis de aquí siendo mejores personas.” Porque formar no es solo transmitir contenidos. Es conectar, es observar y ver, es generar impacto y provocar inquietudes, despertar curiosidad, mover, transformar. Empujar, inspirar, promover y despertar la creatividad en todas sus formas.
Cuando trabajo con profesionales, equipos y empresas —no solo en el ámbito de la salud, que es el mío— me esfuerzo por comprender profundamente el momento que están atravesando. Y es ahí donde se marca la diferencia entre una formación al uso y una intervención basada en la conducción de grupos: una disciplina que permite leer los procesos y las dinámicas y acompañar de forma real. Ajustar y reajustar. Ver el aquí y ahora del grupo, y una vez más utilizar la creatividad de forma ágil sin perder el foco.
Evidentemente, es algo que no se logra únicamente con conocimientos, técnica o experiencia. Se necesita sensibilidad, presencia de la de estar, no de la de aparentar, energía… y altas dosis de creatividad activa, capaz de abrir caminos donde quizás otros métodos solo repiten fórmulas.
Reinventar el mundo con creatividad: una mirada desde el propósito
Y es que, aunque solemos asociar la creatividad con sectores como la publicidad o las bellas artes, lo cierto es que puede habitar en cualquier ámbito, en cualquier oficio. En mi caso, espero seguir contribuyendo con creatividad y desde la fidelidad a mi IKIGAI, punto de encuentro entre lo que amas, lo que se te da bien, lo que el mundo necesita y por lo que pueden pagarte; tu razón de ser o propósito vital.
No sé si hace falta descender a los infiernos para que brote la creatividad. Es cierto que la dificultad, como el hambre, puede agudizar el ingenio. Pero tampoco estoy convencida de que sea imprescindible atravesar situaciones extremas para crear o innovar —dos conceptos distintos, aunque profundamente complementarios.
En mi caso, busco hacer el bien —y uso la palabra “busco” porque siempre hay espacio para mejorar. Sin embargo, si en ese esfuerzo consigo inspirar, ayudar o encender una chispa en otra persona, entonces esa insatisfacción habrá valido la pena. Si para lograrlo necesito recurrir a más creatividad, lo haré.
La creatividad es una fuente inagotable que nos permite hacer que las cosas existan y pasen, nos brinda la oportunidad de observar el mundo y reinventarlo.
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